Dedicatorias #35. Tormenta
35.
Y ahora? Se desató la tormenta.
Truena el cielo gris relumbrante, lo negro parpadea, veo el relámpago
congelada, después de vos, removida. Cuando la tierra se remueve es necesario
mojarla, trabajarla, y ver qué hacer, cómo seguir. Tiemblo en el vendaval que
golpea los ventanales, los vidrios se agitan, prueban su estructura, sólo un
punto, mínimo, sólo un pequeñísimo golpe para que todo estalle. Cristales impactando
en el cuerpo expuesto, inmóvil, petrificado de sensación: yo, inerte. Afuera es
adentro de mí. Lluevo la tormenta, ando el desgarro del cielo, soy su crujir,
soy soplo aturdido en el agua, ráfagas como paños de gotas vidriadas que
flamean desvocadas. No puedo pronunciarme. Crujo. Acá erguida, árbol, temblor
en el ojo de la tormenta. Acá tierra rojiza removida, como si me hubieran
surcado, amarronada, atravesada, para qué? Adónde voy con este incendio
forestal que el agua no calma? Con estas piedras que no se desarman, inmunes,
dispersas por mis venas? Ámbar me vuelvo, amarillo transparente, rígido elixir
de árbol, néctar de insectos que vienen a mí a morir, gustosos, campantes. Vos
no. O sí, ese destino no lo sabés. No hay oráculo en este siglo líquido,
deforme. Pero victorioso capeás el temporal, subís al rayo, tronás el tiempo y
seguís, avanzás, venís, sí, te veo venir, rugiendo, en celo, a mí. Muda o
enmudecida porque madera me quemo, intrínseca ardo sin cesar y las cortinas de
agua que me azotan sólo consiguen un leve frescor. Sonrío, es una locura, y no
puedo más que mostrar mis dientes, reír cascabeleando, disfrutar el tornado que
veo formarse desde la torre, ondulante el ojo, plateado, azul. Vendrán las
esquirlas serán las estrellas de mi piel, el tatuaje tormenta.
km. 2014
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