Te me venís al humo

Que te escriba me decís. No hago otra cosa, pienso. Aún si no estás en el texto (después de todo, quién estaría? Éste es el dominio de las hormigas, el campo blanco de las letras) es para vos. ¿Cómo escribir si no es dedicado? No sé. ¿Cómo escribir si no es para dar cuenta de tu impacto en mi cuerpo? ¿Cómo escribir si cada línea no es sentida como una bocanada de aire necesario, como la agitación desaforada de mi pecho, como el roce mínimo de tus dedos en el final de mi brazo erizado? No sé. Detrás de esta página, estamos nosotros. Éste es el efecto de verdad: No hay artificio: llegás, nos miramos, trato de no hacerlo -se trasluce todo cuando lo hago- te desnudo, te toco, te paso la lengua con la mirada, entonces la retaceo, de soslayo te absorbo con mis ojos y me retiro, pero vos venís raudo, decidido, sorpresivamente te me venís al humo, sí, yo me incendio, cuerpo a las brasas, sí, desprendo un olor apetitoso parece porque de pronto estoy envuelta en tu abrazo y al p...