A upa navideño

Nos levantamos. Yo parecía emerger del sueño de los cien años, no sé si por qué ayer estuve con García Márquez y su soledad, o qué. Llevé ese enorme libro para todos lados, se ajustó tan bien a mi bolsita extra cartera (llena de libretas, lapiceras, cosméticos, alcoholitos en gel de distintos gustos y más libros de menor tamaño). Camino con dolor muscular en lugares que descubro porque se hacen sentir, nada estridente, solo ese sentido agazapado, acechante, que no sabés en qué se va a convertir. Primer hecho extraordinario de este 24 de diciembre: Isabella está barriendo. Cuando finalmente llego a la cocina (y mi departamento es muy chico), ya terminó de barrer y la veo ordenar diligentemente como una señora grande, presta, seria, enfocada en su labor. Se ató el pelo en una colita mínima para que no le molestara con mucha destreza. Me mira y pregunta: Mamá podemos dejar galletas para Santa? Para Santa? Repito, porque es lo único que puedo hacer, luego de ver a la más pequeña de la casa...