siempre es había una vez

Y todos lo que estaban en ella [en la iglesia] se quedaron mirando los zapatos rojos de Karen
y todas las pinturas hicieron lo mismo y cuando Karen se arrodilló ante el altar
y colocó el cáliz de oro ante su boca, sólo pensaba en los zapatos rojos,
como si estuviesen nadando en el cáliz ante ella;
y olvidó cantar su himno, olvidó decir su padrenuestro.
"Los zapatos rojos", Hans Christian Andersen.
Había una vez un castillo
gótico, extravagante, sublime
ar tís ti co.
Llegué por casualidad, distraída
caminando hacia otro lado
cantando con una canasta
y cuando lo vi
no pude dejar
de mirarlo no pude dejar
de ir de oír
susurro
soga
serpiente
como una lengua prodigiosa
tiraba y tiraba y tiraba
desde el interior
me volvía
un vacío un pozo una boca
desdentada
partida al medio
había que llenar
la gran construcción
absorbente y lujuriosa
¡no tenía corazón!
(rima, rima de nuevo
llega sola
cantando hacia otro lado
caperuza
porque esto tiene mucho
rosa y negro
y en el medio
rojo
bicho canasta
que brilla
y se chupa, como un dedo
porque siempre brota
sangre)
Entonces yo llegaba
tan campante
tan damisela que no puedo
asumir
el estereotipo
saltarín y reluciente
lista para arruinar:
SE NECESITA
donación de órganos
siempre estuve de acuerdo
pero pensé
que había que morir primero
antes de empezar
a dejar
que cortaran
manos, ojos, pies,
inutilizada
creía
que iba a quedar
ex tirpada
una tirpa inmóvil
un mueble inútil
para descartar
¡pero no!
Descubrí
que se puede morir
antes de morir
en los castillos sin corazón
artísticos.
Se puede morir y seguir muriendo
y tratar
de no morir más y seguir
un poco más
con la muerte a cuestas
como un bolsón
y así en los agujeros
que me quedaban
en los muñoncitos
empezaba a formarse algo
vegetal
la idea
de la muerte
crece y se refleja
en los espejos sin vampiros
que ya no podía ver
ni tocar
qué pasaba
cedí
a la casa
mi corazón
encastillada muñeca
de alfileres con perlas
en la piel
para que viviera plena
conmigo
a un costado
apolillada y sin dientes
-esas mariposas feas
siguen viniendo
a comer-
en el desván
a la hora del té
o la cena
yo intento
igual
sonreír.
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