Dedicatorias #47. Rearma
Estoy roto sin ti.
Nunca imaginé que yo podía ser
un ti, un ti para tú, que tú podías ser vos y que yo soy también tú, tuya,
lleno el pronombre extasiada, empaco mi cuerpo, mi nombre, mi conciencia, lleno
el ti hasta que pierde sentido, no más deíctico, conmigo, con vos, contigo, nos
abrazamos y giramos cilíndricos, acoplados por senderos jardín, por rutas interminables.
En una neurosis típica del ser
reflexivo del autor/a diría: es que no soy yo, ni vos, es esta lengua que hace
muecas, o muescas, nos burla y a veces nos da besos, como los sublinguales que
me mandaste y quise representarme (no pude, o mejor dicho, sólo entreví tu
lengua exploradora, sub-terránea de mí, subordinada a los oleajes de mi cuerpo,
subida siempre de tono en mis huecos, vacíos de palabra, plétora de
onomatopeyas, en nebulosa fragmentación zoom) (algo así se me presentó, collage primitivo de un álbum corporal).
Cómo es posible, me pregunto, me
asombro. Tu rotura despliega un sinfín de armados al incluirme. En esa acción
se desdice y se rearma, te das cuenta? La rotura ruge, me llama, me prende, nos
incendiamos, nos transformamos. Rearma. La rotura se vuelve incandescente,
lava, nos purifica, rearma. Rojura inmensa, clama sus cuerpos, nuestros, ni
tuyo ni mío, nuestros en la lava, explotamos sin pedazos, pura lluvia naranja
enrojecida. Rearma el amor, sí, y la rotura es su arma resplandeciente,
infalible es esa grieta que nos parte, que nos quiebra, que nos deja ver que
morimos mucho cada vez que lo negamos.
km. 2015
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