Un poema de amor por día (día 4) moriríamos de amor?
Alguna vez
pensamos que no podíamos vivir el uno sin el otro
Alguna vez pensamos
que si no nos veíamos, moriríamos de amor
Moríamos de amor
Todo me sale como
si fuera una canción que nunca fue
Yo sé cuál y vos
también
Pero no es
"nuestra" canción si no hay un nosotros y lo que hay es lo que queda
escrito hoy, acá, en esta hoja, conmigo recordando nostálgicamente, porque no
hay más que eso, un yo que ya ni siquiera soy –a medida que lo escribo me
deshago y cambio– añorando un momento como si fuera un bebé que mira un móvil
sobre su cuna, así, con esa candidez y estupefacción, con esa sorpresa de
recién llegada al mundo y ¡todo lo que pasó!
¿Cuánto tiempo necesitaré, cuántos dobles,
cuánta música imágenes letras voy a acumular para creer que te olvidé? ¿Por qué
quererlo? ¿Y por qué caer en el lugar del enamorado abandonado cuando nunca lo
fui?
Lo que quiero es
otra cosa
Lo que quiero no
existe
Tenerte como te
tenía en mi cabeza antes de tocarte y justo al principio porque no eras vos,
era yomismaretrocedida, vuelta al pasado, 15 años en la boca y en la punta de
los dedos, y vos eras eso: una piedra de toque
yo rebotaba y
rebotaba feliz, adolescente y ese movimiento también ay! cuánto dolía! pero era
sentir lo que importaba, salir de la inercia predeterminada que parece a veces,
cuando la dejo, imponerse, escapar de mi vida porque era demasiado perfecta y
tenía que transformarme, ser más, y todavía no podía porque el miedo me
acechaba como un animal depredador, un tigre tan maravillosamente perfecto, tan
mío, que hasta me sentía importante de ser su presa, perseguida por él ella era
la damisela radiante en el bosque de las delicias y siempre joven virgen
inocente vagaba a entregarse a las bestias, porque llegaba desprevenida,
caperucita, y al verlas ellas –las bestias– eran tan delicadas como pompones de
algodón rosado en el medio verde oscuro de ese boscaje entramado y sombrío,
ellas hacían –como hadas– otro mundo dentro del mundo y al venir caminando
perdida, ella –la protagonista– las espiaba y creía no ser vista, creía ser
ella la Cristóbal Colón, la viajera descubridora que decidiría entregarse al
paraíso para nunca retornar al mundo convencional y cuadrado del que
procedía... Pero las bestias sabían de antemano quién pasaría por allí y se
habían ubicado formando un cuadro hermoso, primitivo y artificial, con el
reborde artístico que encantaría a cualquier sensible que sueña despierto, que
sobreimprime realidad en realidad, cualquier soberbio que confía más en sus ojos
que en su carne, que se pone alerta, pelos de punta, pero los ojos no, bailan
con las pestañas, se entrecierran hechizados por la belleza superflua, primera
y volátil.
(al final, te corresponde un pronombre
femenino, y a veces, plural).
Qué gracioso, no?
Cuando lo que yo veía era ese chicohombre desterrado, el caballero que me
rescataría de algo –no sabía bien de qué pero para que la fantasía funcionara
yo debía estar en peligro y debía ser rescatada– y en ese acto, finalmente, él
se reconocería como en un espejo que había perdido mucho tiempo atrás, y su
nombre recuperado a partir de la pronunciación del mío, quedaría
inextricablemente enlazado como las ramas de un rosal maravilloso que todavía
no había dado ninguna flor.
Pero el rosal sin
flores –que así se llamaba y a mí no me importó, pensé que era una situación no
un ser, pensé que el nombre era vacío e injusto– era una maraña de espinas
puñales y lo rojo que se veía nunca se haría flor porque era sangre de los que
habían intentado atravesarlo.
Y viéndote así yo
me deformaba porque la caballera era yo (recursiva y melliza).
La Caballera era
yo, las serpientes, las brujas, las bestias, las reptilíneas, las espejadas,
las desenvueltas y enrolladas, las estúpidas, las violadas, las acribilladas,
las rompidas, las embarazadas, las envejecidas, las moribundas, las embebidas,
las histéricas, las coquetas, las que no dan para más, las animales, las
mentirosas, las tentadas, las puritanas, las vendedoras, las infames, las
misteriosas, las arrastradas, las vírgenes, las escribidas, las contadas, las
nada paridas, las todas muertas, las hermanas, las conquistadoras, las nunca
princesas, las piratas, las navegantas, las alemanas, las dalilas, las
olorosas, las cabezonas, las apedreadas, las fálicas, las inteligentes y
articuladas, las raídas, las profesoras, las encargadas, las pelotas, las
amarillas, las personajes:
Era yo
La Caballera.
Entraba sin
ninguna canción, sola y multiplicada.
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saludos