a morirnos de d e s e o


Escribir todo. Imposible. Escribir igual. Escribir pensando que se puede escribir Todo. Escribir por Escribir. La hermosa tautología de mirarse todo el tiempo. Encandilado/a. Y esto va para donde quiere ir. ¿Y yo? ¿Qué quiero? ¿Qué busco?

Estamos condenados a morirnos de deseo

Hace unos días la escribí en otro lugar, pero no deja de venir. Sigue en mi cabeza, y sigue y sigue y sigue y sigue. Estoy comprando en el supermercado y aparece. Estoy dando clase y aparece. Estoy mirando una rajadura en el piso y aparece. Estoy, y aparece. Inmediatamente, interrogativo: ¿estamos condenados a morirnos de deseo? O tendría que cortarla, antes, claro, así, sí, qué fácil: 

Estamos condenados a morirnos

(de todas formas no me cierra el “nos” al final, ¿qué nos? ¿por qué no terminar en “morir”? ¿no sería lo más lógico ¡Otra vez lo mismo! Vos y tu lógica, sos tan graciosa, ayer tuviste un día absurdo y cada minuto lo peleaste, cada minuto trataste de entender qué diablos estaba pasando, por qué el día transcurría y vos no, vos no, te tirabas el agua encima, te tropezabas en la calle, andabas rápido, casi corriendo, y los que estaban a tu lado se perdían de vista, iban lento, se desvanecían, aparecían de repente adelante, cortándote el paso, ¿cómo era posible? ¿cómo es posible? ¿cómo se puede andar sin entender? No entiendo nada, y este paréntesis, me parece, ya tendría que terminar)
Entonces ¿qué?

(¿no es en realidad la verdadera vida un gran paréntesis, como un agujero que abrimos en el tiempo y en el espacio que nos rodea? ¿por qué a  se me antoja de esa manera? ¿por qué desde acá miro otra? Jugueteo, fantaseo, imagino, idealizo, y así, lo que tengo, lo mejor que puedo tener, es un resto, siempre lo va a ser, porque me escapo, lo vivo a medias, y a la vez “medias” me permite la “espía”, ese constante “pick into another life”. Hay una película que es así, ¿la viste? No puedo dejar de traducirme: libros, canciones, pelis, cualquier letra que se plasme de alguna manera, entonces soy –y sos, disculpá que te diga, porque acabas de surgir, y no sé muy bien a quién me refiero, pero es evidente que sos un artilugio de este intento de comunicación– improbable, soy un vibrar inconstante, aparece y desaparece –¿ésos no eran los otros?– y cada vez que aparece, es tal la intensidad, tanto el sentir (con sentido y sinsentido) que es necesario apagarse porque si no, nunca volvería a brillar, se ahogaría en su propia luz, en su estallido luminiscente. Pero si esto lo llevamos a un cuerpo (porque no es de otra cosa en definitiva de lo que estoy hablando, aunque ese conjunto de partes con carne y huesos pueda alejarse de sí mismo por una especie de antena que se llama cabeza que no sé cómo conecta, la mía seguro está abierta en la coronilla, hay un agujero ahí, lo sé, porque por ahí se me va todo, también por abajo, por mi otro agujero, ése es fundamental, no vamos a negarlo porque para qué tanto psicoanálisis si no vamos a conectar lo alto y lo bajo, los impulsos quizás se inicien abajo, y suban suban suban desbocados, eso es lo que buscan, subir, trepar una boca para ser interpretados y chau, el lío que se arma, la tartamudez irrumpe y los más “articulados” –o debería decir “los que nos ponemos más de culo” –intentamos “posicionarnos”, abrimos la boca, la lengua empieza a ebullir, y salimos hablando, qué manera de hablar, y como si esto fuera poco, también escribimos, desestimando cualquier respeto por lo indecible, porque lo más bajo, viste? eso que se forma como pelota de pelos suave y se empieza a mover, alterar, sube, a veces explota en el estómago, sube, en la garganta, en el pecho, sube, eso, qué sé yo, no tengo ni la menor idea de lo que es... 
Pará, no mientas más. 
¿Cómo empezó todo este lío? ¿Querés que te lo recuerde? ¿Ahora te vas a ser la modesta? Ahora te vas a hacer la que no te animás, cuando siempre dale que dale, un poco más, dale que dale, a ver si se rompe, tirás la cuerdita, dale que dale, te probás y probás todo a tu alrededor (me pidieron el látigo, saco el látigo, acá está, sirve para castigar reflexivamente, o a lo que se me ponga delante, mejor dicho, contra eso, como si tuviera un caballo, le doy hasta que pueda pasar y en la brutalidad de ir hacia adelante, dejo un brazo, un ojo, un pie. No importa, como la muñequita de Tim Burton, me vuelvo a coser y poseo miembros desmontables, con velcro, mucho más prácticos).
Mirá, me tengo que ir, aunque me pegues con tu latiguito, no lo escondas (y me pegues), me tengo que ir, ¿vos pensás que no trabajo? ¿que no soy una persona social? No sé por qué te enojás tanto conmigo (ahora viene el llanto) si yo cumplo con todo.
Andá, andá. Andá si tenés que ir. Siempre te las ingeniás para escaparte por un rato. Pero esta conversación sigue, yo sé que sigue, sigue en tu cabeza, y en la mía, en este gran cúmulo de neuronas que parecen intestinos enrollados, ¿no ves que hacen presión? ¿no ves que ayer tuviste un mal día porque tenías una venda abdominal que te apretaba la cabeza? Andá, andá... pero vas a volver--------------------------------------------------------------------------------------------------






Fragmento de Amarillo (Amar y yo) vol.1 Ocre, Viajera Editorial.

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