mujer, libro y cuchillo




Una mujer con un libro y un cuchillo corre por el bosque. Creo que es un principio prometedor. Me ilusiono. Puedo ser ella. Corro entre los árboles, descalza (en los sueños los pies son fuertes y no se pinchan ni sienten frío). 
Corremos.
Llevo un vestido largo de satin, brilloso, claro, como de ninfa o hada. Hay olor a pinos y humedad. Las agujas de los pinares tapizan el suelo. Corro. ¿Por qué? ¿Estoy huyendo?
Tengo un cuchillo guardado adentro del libro. 
¿Maté a alguien?
¿Quién soy?

Esto no es lo que estoy viendo. Esa mujer en el bosque no se atreve. Con una frase el bosque se convierte en parque. Se deshace. Con otra hay un marido y un bebé. Con otra cuelga la ropa.
El cuchillo de mis manos desapareció. El libro también.
La mujer sueña con matar a su bebé. Lo amamanta y quiere matarlo. Pero no se preocupen. Es sólo una mujer enloquecida que no puede hacer nada. Hace chistes macabros, pero son tan obvios que nadie la toma en serio. Cada sonrisa del público borra su peligrosidad. 
Empiezo a molestarme. ¿Nunca podemos tener un cuchillo en serio? ¿Es demasiado para nosotras? Pobrecita, es una loca. Hay que internarla. Un rato nada más. Es cuestión de que la apacigüen. Un poco nada más. Al fin y al cabo, es mujer. ¿Qué pretendés? Este tope, qué le vas a hacer...

Ahora no estoy molesta, estoy furiosa.
Ese cuerpo en el escenario es también mío. ¿No empezamos el sueño juntas? ¿No corríamos entrelazadas? Entre las hadas, yo creí, estábamos. Éramos ellas, naturales y despreocupadas. Porque lo natural nunca fue bueno antes del bosque. Y pronto se convirtió en el artificio más buscado. Más apretado, en la cintura, más abultado, en las tetas, más armado pero que no parezca artificial. Operate, cortate, aspirate.
¿No te das cuenta? El cuchillo es para vos. No para que escarbes cicatrices. Para que te hagas otras productivas, ¿acaso no querés tu cuerpo de foto? 

El público se ríe. Yo, congelada.
Los minutos me pesan como cadenas. 
Es una pesadilla, parecen ciegos. ¿Nadie quiere gritar: ¡esta historia no es graciosa!?
Tragedia es su género. Y morimos todas al final. Morimos todas.
Vos sabés? Siempre pensé que Medea había matado a sus hijos. Pero es muy probable que hayan sido los corintios cuando ella manda un regalo ardiente a la nueva esposa de su esposo! 
Una túnica que se prende fuego, así muere Glauca y su padre. ¿Y los hijos? Niños asesinados. 
Dicen que fue preferible culpar a Medea. Corinto no podía ser la ciudad de los niños    linchados, del rey que casa a su hija con el esposo de otra, de la inocente desposada que se prende fuego, y así a su padre, el rey. 
En verdad, lo qué hay que borrar es:
Medea era hábil y estratega, sabía de magia, fue a donde quiso, así le costó, vagar en vida. 
Medea hizo lo que quiso y decimos: loca, mató a sus hijos. Loca, celosa. Desquiciada. 
Operate, cortate, aspirate.
Sé bella e invisible. La atención sobre tu cara, sobre tu cuerpo. Las palabras que no suenen. Esas palabras gritonas Te las tragás. Y no comás otra cosa. A ver si te ponés gorda. A nadie le gustan las gordas. 
¿Y quién te dijo eso?
¿Por qué inyectan lo que nos tiene que gustar? 

Estoy furiosa. Todos se ríen. Nadie se da cuenta de mi rabia porque mamá me enseñó bien: me trago todo y no subo un gramo. Este aire envenenado contra mí, esta podredumbre que amanso adentro para hacer leche fresca, como una vaca esquelética, carne que se come pero no se agota. Soy la madre, soy la esposa, y estoy desatada. 


km. 2018

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