Vamos a la poesía




Un camino sinuoso por delante: parece derecho pero ondea, las vueltas son inesperadas y están en la cabeza. Es cerca, pero queremos estar allá ahora mismo, poner fastfoward a la salida, a la humedad, al frío y a lo inestable de Buenos Aires, siempre a punto de estallar en algún sentido, en varios a la vez.
Vamos a la poesía.
Ni bien inicia el viaje, me doy cuenta de que podría no bajarme nunca del auto, que vamos tan bien, dejando las pieles de asno que nos cubren, invisibles pero efectivas, ese pelaje artificial se va cayendo a medida que el auto come la ruta.
Te digo: me gusta la ruta; contestás: me encanta. Agregás: mirá el cielo, esas nubes. 
Y presta saco el celular para tomar la foto. En treinta segundos la luz cambia, es una fiesta cinematográfica. La acción es cómo cambian los tonos, de más apagado, tranquilos, empiezan a iridescer, titilan, aletean, la vibración no es un sustantivo abstracto, es el cielo completo derramándose sobre nosotras, en los bordes del mundo.
“Si la luz es un niño que juega, nosotras somos niñas de luz”, Marilyn Contardi lee. Escribo, no puedo detener las letras como si fueran dedos explorando las motas lumínicas, como si pudiera agarrar ese arbolito incendiado, ese camión que se ve de juguete en dirección opuesta, esos ojitos de luz que son los faros que quedan brillando, como un suspiro, en el aire que cada vez parece más oscuro. 
Quiero fijar el movimiento del cielo y tomo una foto y otra y otra, nunca muestra lo que veo. La imagen chata, pequeña, cuadrada. Ahí afuera, tras el vidrio de nuestra cápsula, la pantalla inmensa es una guerra de colores. Las nubes se hacen densas, copones rosados, violáceos, púrpuras. 
La oscuridad acecha, la siento entrar por el aire de las junturas de las puertas. Asoman las estrellas. Hay un fresco oloroso de pasto mojado. Algo palpita o tiembla. Una sombra plateada se escabulle en el horizonte como si la película llegara a su fin, o un agujero negro absorbiera ávido, a chorros, la cadencia de la luz. 
Podría no bajarme de este auto, rodar, volverme el movimiento que espera en la noche el amanecer.

km. 2018
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