#Dedicatorias. Efecto Retroactivo
Me traés
Desmanes
Media hora
para el día en el que naciste. Decís que no te importa. Decís que no te gusta.
Y yo qué?
Ahora me
siento con derecho a opinar.
Tenemos
historia.
Creamos un
mundo y nos llevó muy poco. No fueron siete días pero bien podrían haber sido
siete años o siete minutos. Nos llevó muy poco porque nos abrimos completos y
nos dimos enteros. Es lo más difícil que hay: da miedo. Sentir así asusta. Si
no muero de un infarto es porque tu corazón se sincroniza con el mío, le golpea
animándolo. Animalándolo. Sucedió,
sucede. Está sucediendo: es necesario el gerundio, su trabajo continuo, de agua
que horada, impertinente, poderosa, evanescente. No hay piedra que resista. Se
vuelven preciosas.
Horada: esa
hora en la que te veo, tengo alas, hadas que revolotean. Así me alteraste. Decirlo
no parece agotar las implicancias. Ser humana y descubrirse animal es un gran
impacto. Porque primero se revela la verdadera piel, esa que cuando tu dedo se
posa, levemente, apenas un roce, levanta temperatura enloquecida. Ardo.
Extraordinaria, felina, amarilla, arrolladora, de ojos centellantes, de
potencia brutal, capaz de volar, así soy o me hacés, me sos, un estado mezcla
de bolas-cuerpos que se llaman, se encienden, se hacen de cero, mueren y nacen.
Es una
empresa titánica la nuestra: crearse cada vez desde la nada, lava original.
Líquido caliente, amniótico, parto que compartimos, alumbramientos, cuántos
momentos en los que te vi atravesado de luz: en el vapor de nuestras
respiraciones que se hacen nubosas, en la exhalación del agua que hacemos
hervir con el ensamble musical de estos cuerpos sin bordes, te vi atravesado de
luz, despidiendo rayos, te vi rugiendo de placer, deshaciéndote los huesos, las
cicatrices, te vi atravesado de luz vuelto luz, verde estrepitoso, verde
germinado de mar y espumas, verde girasol en un cielo de agua.
Te vi en la
transformación. Perdiste piel antigua, ahora relucís con estrellas cuando te
toma el sol. Te cambió el paso, vas seguro y secreto, llevando una leve sonrisa
en los labios. Te sabés capaz de agarrarme, envolverme marea y estruendo,
hacerme volar. Algo te sabés, algo te intuís.
Cuando mirás
en mis ojos, ves un toro estilizado, mitológico, un animal que escapó del
laberinto porque la doncella lo amaba. Sorprendido tomaste el hilo. Ese mundo
se quebró, como tantos otros, el mundo se resquebraja desde hace siglos. Con el
hilo en la mano, nos quedamos mirando de un lado y del otro del abismo. De un lado
y del otro de un vidrio que nos dijeron blindado. De un lado y del otro de un
vivir tambaleante, que tropezaba, caía, escudriñaba el piso, añoraba el cielo.
Pero el
hilo, mágico, no se rompió. Después de tanto, nunca lo soltaste, yo tampoco. El
hilo se adhirió a nuestras huellas digitales, surcaba las líneas de la mano.
¿Te acordás
el día que empezó a temblar?
De pronto
sus partículas de semillitas ávidas se agitaron enloquecidas.
¿Te acordás
el día en el que me viste y poco después yo te vi y algo eléctrico instaló
luminarias en nuestro cuerpo?
Nos vimos,
nos miramos, nos perforamos. Tus ojos dispararon bolas de fuego que impactaron
en mi andar desconcertado, vuelto rodante, naranja estremecida fui,
interrogación pura, rebosante de labios jugosos.
Quién. Cómo.
Por qué. Imposible.
Cómo. Por qué. No.
Cómo. Por qué. No.
No ha lugar.
No… No?
En mis manos
el hilo se movía. Hacía tanto! Tanto había olvidado. Tanto había decidido
ocultar. Ese amor animal hecho de erres incandescentes, de vendas rotas,
amarras sueltas, madera roble, ese amor al ras de las estrellas más altas,
ígneas perpetuas, ráfagas de relumbre, soles sin amansar.
De un tirón,
mundo nuevo.
Vos y yo no
alcanza. Es un sintagma opaco. Tuvimos que inventar otra gramática: una aldea
mínima de juguetitos acariciantes, despliegues concentrados de sentido como
infusiones de alma. Vibramos en esos sonidos pequeños, relucientes, con una
sintaxis de brillantina desparramados. Glittering
touch, entendí en inglés. El recorrido de tu mano en mi espalda la hace
tornasolada, desprendo colores de mi espina dorsal, arcoíris diminutos se
deslizan en las gotas que estallan múltiples, fractales.
Me dijiste:
el fuego quema lo que tiene que quemar. La hoguera nos esquiva, las llamas
vienen de la sangre. Borboteamos y nos hacemos agua pura. Animales ardientes,
fluidos.
Nos
plasmamos cuando una letrita resplandece.
Tu letra
ahora: la veo nacer, tirita de alegría, gime amarilla, brota enamorada.
km. 2016
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