#101. Irnos
Entonces qué
querés conmigo?
Estuve pensando,
o sintiendo, esa pregunta.
Con vos qué
quiero.
Quiero más de lo
que tenemos, no sé cuánto, la verdad no sé, quizás sea todo.
Pero ayer te vi,
te escuché, te sentí. Te amé. Te amo en presente continuo.
Y como dije: no
puedo vivir en contra de lo que siento. Para mí amar es más allá de esta
contingencia, de esta vidita, mundanal ruido. Amar es al-mar como escribí en
otro lado. Te siento en mi cuerpo, y podríamos decir, es lo único que tenemos
(esta conformación de huesos y músculos que entre nosotros se amarran tan
bien).
Me resisto.
Hay más:
esta
conexión besa mi alma, reviste mi corazón, abraza por completo lo que soy.
Estuve sintiendo,
pensando: sopesando.
Acá estoy, podés
contar conmigo, acá estaré (no es reiteración, es promesa del futuro, comprendí
que te preocupa, es verdad, todo podría romperse mañana, todo podría ser
devastación, pero sostengo: acá estaré, para vos). Quiero verte
indefinidamente, no me importa lo estructural, no me importan los detalles,
quiero charlar, reír, conmocionarnos, pelear, jugar, compartir. Quiero que
estés contento, que seas feliz cuando estamos juntos, quiero que puedas
confiar, que te sientas cómodo, resguardado, que te sientas vos, en cuerpo y
alma, que te sientas vos conmigo. En los últimos
tiempos quizás me hayas visto titubear, decir cosas extrañas, hasta
crueles. Te cuento algo: cuando me doy por completo, el otro (vos) me da un
poco de miedo. Y si no es quién creí? Me contaste de traiciones. Son duras,
golpean como ser apedreado. Volverse perro casi, no? Perro de la calle que vaga
con frío, que recibe patadas, dureza a empellones, restos de todo. Solo.
Solo. Siempre estoy solo, dijiste. Sé que no es verdad cuando nos miramos.
Es mágico: dosuno. De eso -a vos que de tanto en tanto me tirás la frase- de
eso, no hay vuelta atrás. De la alquimia no se vuelve, porque te transformás, y
podés volver hacerlo, pero hacia atrás no, al pasado no, a un yo era no volvés.
Qué fortuna, no
quiero perderme nada de mi estado nuevo, reluciente, amarillísimo, girasol,
giraestrella ardiente.
Entonces, quizás
no seguís lo que digo. Te acompaño como sea y hasta donde quieras.
Claro que podrías
decir: basta. Hasta acá llegué.
Y aunque se
abrieran grietas en todo mi cuerpo, listo para derrumbarse al mínimo soplo, con
el mínimo intento de caminar; aunque ese yo que solía rubio, guerrero y
aprincesado se hiciera escombros a montones, ciudad derruida, mansión de la
nada, pila de restos inútiles fuera de circulación; aunque todo eso sucediera
(porque sí, eso sería real), a tu Basta, yo contestaría:
Está bien, te
comprendo.
Sin dramatismos,
te daría una sonrisa, con ojos vidriosos, pero amplia y franca. Deslizaría muy
suave la punta de mis dedos por tu cara, para guardarme en las yemas esa
caricia copo de algodón. Me acercaría despacio a tu cuello, robaría un puñado
de tu olor para que fuera mi aire, para que se mezclara en mi sangre, y te
susurraría muy bajito al oído:
Chau hermoso.
Hasta la próxima.
Comentarios