Cascada




Cuando pienso que todo acabó
recién empieza.
No sé ver etapas. Nadie sabe.
Es un efecto de la ficción, qué orden le das, es efecto del relato. 

Reparemos tu ficción, dijo el analista. Bien podría haber sido un chino de otro siglo que contara historia simbólicas. 

Ella se quedó con esa frase. Imaginó:
Una hermosa, labrada, cajita china de porcelana. Sutil, casi transparente, la porcelana deja ver adentro otras cajitas, aún más pequeñas que la primera. La cuarta o la quinta tiene un magullón: un borde cascado irreparable. Se golpeó. Se diría: está dañada.
Cuando sucede eso con una taza de té, me da mucha pena tirarla. Su borde raspa. Es de extremada falta de cuidado ofrecerla para que de allí beban. Descortés, desprecio. Por eso, la tengo identificada. No me deshago de ella, pero la aparto, la voy corriendo de las demás. Yo la reconozco pero la aíslo para que nadie la use por error. No me deshago de ella. Me da tristeza arrojarla a la basura, completa como está, inhabilitada por esa cascadura. En algunos caso, la reutilizo. La regenero llenándola de lápices, lapiceras, elementos de escritura, hasta tijeras y correctores. Vuelve a nacer. Las dos, siento, nos sonreímos. No hay mejor lapicero que ella. Guarda todo, sostiene con elegancia, despliega con soltura. Es otra. Feliz, ella, yo. El golpe permanece, no se ve. Habría que examinarla de una forma inclemente. 

Reparemos tu ficción.

Si yo supiera, para empezar, cuál es, qué trama me interesa, que vida realizo aún sin querer. ¿Alguien sabe? 

km. 2016

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