Dedicatorias #76. Tráfico de verano


El verano completo está guardado en mi cuerpo. No sé cómo te las ingeniaste, lo traficaste adentro mío. Ahora cuando nos encontramos cualquier calor de afuera parece un chiste. Adentro, estamos en el horno. Mutuamente nos asamos hasta que los cuerpos se doran, tiernos y crocantes se adoran, se estiran, se prueban, mezclan sus olores. Se hacen exquisitos: un manjar. Nos deshacemos en nuestros jugos, nos hacemos líquidos. A gotas primero, a chorros después. Paradójico cómo el calor produce agua. Es el sol que traigo, que escondiste, lo dejo salir. Nos quema rico, nos quema mostrándonos lo poco que somos frente a este encuentro: el enlace sucede solo en la reacción de tu ingrediente y el mío, un guiso de propiedades mágicas. En el movimiento, hacemos luz, damos luz, partimos la unidad y parimos estrellas fugaces, copos de agua que mojan todo. Si estuviéramos en un campo, inmediatamente veríamos cómo las plantas crecen, cómo ondulan y nos rodean, cómo nos acarician y envuelven con hojas perfumadas de condimento.
Primera vez siempre de tamaño evento climático, extático, culinario. Cuando estamos juntos es como si hubiera un cráter de cuyo centro emergemos. Lava ardiente, la ves fosforescer? El brillo me obliga a cerrar los ojos. Tanto resplandor me enceguece. La vista sin embargo se vuelve tacto, gusto. Te gusto en el sentido en el que te relamés, en el sentido de que tu lengua me cubre la piel, me hace otra. Mis bordes desaparecen. Soy continua, vos me extendés, me ampliás, me desplegás. Tensa, arrebolada, ardiente, láctea, ondulo. Soy mar. Olas me habitan y rompen en una orilla que construís. Espumamos. Los oídos chispean con las burbujas explotando. Es tan mar abierto, decidido en su oleaje, que cuando debo volver a caminar me caigo. Vos también. Barcos, carcasas, caracoles ebrios. Cómo volver a lo vertical? Cómo usar estos pies que ya tienen membranas, estas manos que sólo saben amarrarse a vos?


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