Dedicatorias #58. Plegaria para tu cuerpo en la playa


Llenate de sol, de sal, de caracoles, hacete un poquito pez, ser de mar, hacete un poquito espuma, jugá en el aire, dejá que la arena te toque, que te muestre hasta dónde llega tu piel y que podés ser millones de granitos esparcidos en un suelo caliente lava o frío aguja, pero siempre amoldable. Tirate a mirar el cielo celestísimo y si podés, si no te encandilás, o con los ojos cerrados, dejá que las nubes te cuenten historias, te develen sus formas fantásticas y te lleven de viaje a lugares musicales y algodonosos. Traeme la playa en vos, entera, con todos sus accidentes y cambios climáticos, con la ráfagas que azotan y la brisa rocío de olas, con los niños perdidos y sus palitas enchastradas de libertad familiar, los perros hambrientos que acechan las carpas, sombrillas, reposeras, con las huellas de la tarde en la parte mojada, cuando la muchedumbre emprende el éxodo y mis ojos se quedan juntando restos, recortes del día con castillo, lona, mate, cáscaras de naranja y mandarina. Dejame que te respire y sienta que mis pulmones se llenan de olor a viento marino, con la tibieza persistente de rayos incandescentes, perfume de algas y almejas y mejillones, pulpitos en lo profundo y pasajeras aguasvivas, ácidas, parte del peligro tenue de mojarme sin parar, no puedo abandonar esa humedad interminable del agua ondulada, que embarga, que arremolina la puntas de mis dedos, mis huellas digitales desaparecen y cada hueco de mi cuerpo atolondrado por olear hace eco, cueva subterránea que reverbera, olas picadas que hacen cosquillas en los oídos, efervescencia en la boca, que me agitan el alma medusa de por sí inquieta, serpenteante. Traeme todo eso y el abrazo que nos demos será una falla del día, un agujero túnel donde caeremos rodando suavemente a otro mundo, maravilloso, fosforescente, donde playa y bosque y montaña conviven, porque nosotros nos mezclamos.

km. 2015

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