Dedicatorias #42. Acá estamos


Pasó la nochemala y acá estamos.          Acá.                                      Acá.                                                     Acá.
Acá estamos.
Un lugar vacío pero concreto. Vacío de mundo, lleno de nosotros. Nunca supe nunca pude no tengo ni idea de qué es esto adónde va tendría que parar tendría que frenar ya ya esta locura ya tendría que tantas cosas que no puedo no quiero parar porque, evidentemente, contra todo uso y costumbre, te quiero.
Acá estamos.
Intemperie del sentir: me quemo todo el tiempo. Ave fénix apasionada, me quemo me rehago me quemo me hago completa de nuevo para que vos llegues y con un toque me prendas fuego, ahogándome la razón. Intemperie del sentido: el lenguaje vuelto a cero, cuando abro la boca para decir, se escabulle el beso, los labios brillan, se hinchan, se ofrecen como frutas almibaradas.
Ardo.    Acá.       Acá. Acá. Acá. Acá. Acá.               Que es un no lugar, no hay un espacio real donde coincidamos en la tierra, y sin embargo acá es cierto, el cuerpo vuelto mapa, marcado con cruces en las áreas donde tus manos avanzaron la piel. No sé dónde estoy, pero estamos juntos, enrollados, atados de madera crujiente, quebradiza, en el punto preciso del roce que hará la chispa del encender. Fulgor es esta transparencia que nos rodea y amarilla, naranjea, destella manchas de luz evanescentes. Cada poro parece ebullir. Ni siquiera tenés que tocarme. De ahí la locura. Te evoco, me quemo. Lenguas de fuego me arden y me sudan a la vez. En el medio (miedo) de la hoguera, en ese bosque cerrado, tupido, tornasolado oscuro, hay un ojo de tormenta que llueve sin parar. Ojo de luz. El viento atiza la lengua, la peina, la ondula, la eleva. Arrastra las gotas, casi hilos de agua que surcan la planicie del vientre, de la espalda, con formas que cambian vertiginosamente, letras efímeras parecen que no puedo distinguir.
¿Y si leyera?
¿Si pudiera ver cuál es el mensaje que estas lenguas híbridas intentan estampar en mí?
Anómica.
Ojos idos, manos encendidas, vello erizado, nariz atenta, boca abierta: como podemos respiramos. Tomo una bocanada, el ventarrón me posee y sin embargo, me quedo sin aire adentro. Agitación. La letra es A es la única, a, ay, a, ah, con hache podés escribirla pero más justo sería repetida, AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa
A veces ni suena, no hay voz, es el dibujo de los labios que intentan pronunciarla y se pierden en un gemido que se desliza tobogán por la garganta.
La a llega al pecho, a la panza, se va abriendo cada vez más, más a, más abierta en el ombligo y sigue descendiendo, amplia, fastuosa, exuberante. Ella, la a, es tan ancha, tan vasta, que me abre las piernas y sigue su paso abundante, magna, abismal. Ella no se pregunta, sólo es ambigua y capaz de arder y mojar a la vez. Sí: alas agitadas: abanicos arabescos marinos: cuantiosa agua crecida borboteando atropellada: vigorosa en cataratas de sensaciones. Sí: A. A. A. A. (respiro)
(no hay forma de decir esto) (es una letra nada más y cada vez que escapa de mí es un arco del sentir)
(de mi cuerpo salen animales fantásticos en tropel, millones de AaAaa, rugidos rojos y miradas azuladas, pestañas que crecen como tentáculos de felpa, signos de interrogación a granel aplastados, abrasados por exclamativos, gotitas que se expanden imparables hasta hacer un lago que me baña, me refresca, salen estrellas fugaces que impactan en el techo y me rocían de chispas, un bosque de pinos completo con olor a eucaliptus, un manto de menta que se posa suave sobre mi cobertura volcánica, me aplaca el burbujear, me arrulla el frenesí) (no hay forma)
(es solo una forma)
(articular)
(es un decir)

(yo necesito una catástrofe de la lengua)


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