Dedicatorias #44. Invisible

Azul profundo ondeado que remata en espumas leves y constantes, como si el azul lo necesitara para contrastar, para definirse y decir, acá estoy, soy azul porque así me reflejo, soy azul porque mi lecho está sumergido en kilómetros de agua helada, soy azul porque así me sueña tu mirada con determinada luz. Tu mirada ferviente desea este lagomar como si fuera el talismán de la generación, el nuncacabarse excitado conjuro del tiempo, el secreto del ritmo musical para la partitura perfecta. Quiero dormir, es tanto lo inmenso, me abruma, me ahoga si intento fijar. Quiero dormir. Me acuna el movimiento del lago ventoso, cerrar los ojos a la hermosura, dejar que me impregne y dormir, sintonizando el corazón con el oleaje salpicado, interminable, dormir y no separarme de lo que natural me rodea, ajeno a mí, entero, piedra deshecha, líquida, turquesa tornasol verdetierra, monte, gaviota, horizonte de montañas, brumosa cordillera, dormida, ser solo alimento de algo, nutritiva, que me degusten, que me mastiquen, que me deglutan lago, mujer que pierde consistencia, miembros que se vuelven huesos finos, finos, delicado encaje íntimo, casi pluma desprendida que se humedece, se llena de agua, se posa inerme en el fondo después de caer en cámara lenta acuosa, joya blanca de pájaro, cortejo etéreo, fúnebre y vital. Quiero cazarme el ego y arrojarlo como una roca afilada que haga miles de sapitos y desaparezca estremecida de sus saltos. Quiero casarme de blanco papel para que la tinta del lago haga su trabajo, que me escriban el poema que no se puede decir pero que invade los cuerpos, diapasones inmediatos que resuenan como troncos, que susurran como las copas de los árboles, lengua de brisa que arrulla incansable. Dormir, escuchar, sonar: verbos de la escritura invisible. 

(aún cuando no escriba, te estoy escribiendo, ¿no lo sentís?)


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