Dedicatorias #22 Amarrado

22.
“Me gusta tu pelo amarrado.”
Amarrado, amarrar.
Amar pero interferido o potenciado.
Amar narrado, contado por mí para vos y al revés, yo arriba vos abajo, y al revés y de costado.
Amar atado arado porque duele en el cuerpo como si me hubieran amarrado al tuyo y no sólo duele como púas cuando no estás, gusta inmensamente, rebalsa de placer, es una herida transformista, una tierra que germina, semillas creciendo a velocidad desorbitada. Eso, claro, cómo no va a doler, incomodar, metamorfosis de pies a cabeza, locura completa de células dividiéndose, reinventándose, nervios, venas, sinapsis multiplicadas, autopistas a ciudades futuras, bellísimas y complejas, hechas en pisos flotantes de nubes.
Dijiste amarrado, una palabra peligrosa, sí, puede ser, sólo desde su sentido obvio, porque en verdad es su fuerza lo que inquieta, la erre, su crepitar, el incendio en el medio del amor. Dice te amo y a la vez no puedo no arrasar tu cuerpo, mi cuerpo, nada, (h)ado funesto sin vos, mudo, cancelado sin tu nombre impreso, sin tu nombre pronunciado, sin que esté a mí dedicado, suelto no, largado, echado, deshecho, roto cuerpo sin vos, negro como un surco de alquitrán, duro, quieto, inservible sin vos, sin voz para qué cuál es la amarra a la vida, dónde, decime de dónde me agarro, caigo sin golpear y eso es todo, vivir sería eso, un aire vacío rodeando, tranquilo, cómodo sin amarrarte.
Y ahora la erre irrumpe y me rompe la crisma, me rompo completa en el abrazo casual, dado sin pensar, dado al azar y ahí, en el instante de contacto, se abre las entrañas de mis ojos, de mis manos, la zona tocada se vuelve sed de mar, nunca satisfecha pero feliz cada vez de nadar en la corriente eléctrica de estrellas. Rota, roma, redondeada, amortiguada por tus ángulos, amor atada sin golpe alguno más que el del buen sentido, la moral y las costumbres. Amarrarme como una embarcación madera balsa en un gigante océano, encontrar el solaz de un momento ahuecado, afelpado. La erre gruñe, ronronea, soy tigre sos toro, animales de extrema calaña, amarrados nunca sería atrapados ni encerrados. Amarrados sería sueltos de cuerdas, rotas en los brazos en los pies en la cintura en las muñecas al viento flamean nuestras sogas nuestros hilos marionetas. Flameaban hasta ese abrazo. Se enlazaron como cables y rugen sin cesar la conexión desmadrada, embriagante, poética.
La erre, una sola letra, ígneo invertebrado, ese temblor deseante, ese animal perfecto en el centro del amor.

km. 2014

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