excavo para dejar de morir
Se me cae de la cabeza y queda
AHÍ
del otro lado.
Decir no es un ser negado: se ve su
condición de simulacro, el fuego no lo quema (y yo ardo, todo el tiempo, ardo)
TIENE COLOR
No puedo evitar verlo.
Es algo (¿animal, vegetal, mineral?).
Algo es aunque no pueda saberlo o conocerlo o
decir su nombre.
Algo.
Tiene fuerte la lengua y la voz.
Su cuerpo es duro, no muy grande, pero crece,
se hincha y tensiona cuando habla? cuando hace ruido y entonces se ensancha,
toma el espacio a su alrededor, se planta seguro y le da más cuerpo al cuerpo,
cuerpo al cuerpo me atrae hacia él, me agarra y me une, se funde el cuerpo y
parece no tener bordes ¿cómo? Imposible.
Se acaban las personas y todos los tiempos.
La tercera (persona número 3 o el 3 que se
traduce, mejor, en carne desaforada, afuera de lo subjetivo, la no persona
amalgamada) escribe. Nadie más podría hacerlo. Hace falta un relator y es
siempre impersonal (puesto adentro, se perdería en las vueltas de la lengua y
en los ruidos de la boca dentada) (puesto adentro, sería seducido y dejaría de
ser) (sería impersonal persona y no serviría su tarea). Entonces,
describe.
El extraño animal es rojo y negro, realmente,
una creación literaria, una parodia que tributa feliz, completa, todo lo que
rojo y negro (solos, combinados, mezclados, alterados, matizados, aguados,
reventados, esforzados, repetidos y vueltos a inventar) puede convocar. Un
libro entero. La historia de dos colores que en el principio tuvieron pecado
original.
Por momentos, esboza una doble cabeza. En esos
momentos, desespera. Cuando es uno, cuando se habla en un solo tono, suave,
hacia sí, se calma y permanece. Tiene una lengua multiforme que se altera sin
cesar, enloquecida, se vuelve garra y sirena, apabulla sibilante, cascabelea
encantadoramente. Se vuelve insoportable seguir mirando, se vuelve una condena.
Habría que cerrar los ojos con placidez, con simpleza abandonarse y dejarse
acunar por la melodía que tintinea (por suerte, estoy atado y soy impersonal,
de palo).
Pero lo peor es su beso. Inocula su veneno que
hace pasar por amor. ¡Es tan dulce! Morbosamente dulce, como si de labios de
cereza se destilara un almíbar negro, atrapante, intrépido. El beso se irradia
en la boca de la víctima. De los rayos salen manos y brazos como ramas y de
repente una red de cuerpos se despliega en la boca. Son cuerpos amantes, todos
enlazados, todos desnudos, se buscan y se anudan más y más, orgía en la saliva,
en los agujeros de la lengua, en la concavidad del paladar, orgía en los lados
internos -siempre húmedos y tersos- de la cara, en las crestas recortadas de
los dientes. Del rojo y negro, a la puesta de sol bucal, naranja arremolinado
de mar espumoso, salino. La baba es delicado tul que acaricia, deleita y hace
cerrar los ojos. Con la dominación de la boca, lo demás es muy fácil. Por la boca muere el pez (y yo, sí, yo,
que no soy de palo, que no puedo, que tengo grande la boca, terrible agujero, y
muero, muero, muero, muero, de placer, después dolor, y ya no quiero ser yo, ya
nada ser palo también, un palo que no me muela los huesos, que se mi médula,
que no me permita sentir)
(por el animal, muero. Por él, muero. Por
ella, la boca, ella, muero, él no, el tercero en cuestión, monstruo y palo
venenoso, por él no, por mí, ella, yo, por mí, sí, por no saber decir, no, por
no poder cerrar, la puerta, la boca, el agujero, la grieta de mi lengua que se
divide y ya no pronuncia, se arruga se anega se apasa de las cerezas a las pasas, secas, uvas negras enflaquecidas y
avejentadas desierto
me voy a tratar de no ser
pescada pala que engancha mi boca
excavo para
dejar de morir
)
La Pérdida o La Perdida, km, 2008,
Viajera Editorial.
Viajera Editorial.
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