Armar la trama del Amor
¿Qué es esta sensación ambigua?
(¿Qué es esta pregunta tonta?
(¿Qué es esta pregunta tonta?
tonta como yo, "tonta"? ¿Es tonto el preguntar? Y sólo así puedo escribir,
preguntando, indagando
-otra forma de decir: meter la daga adentro, adentro, hasta el fondo, presionar fuerte para sentir de verdad?
¿para qué?) Sumergida estoy en algo
-otra forma de decir: meter la daga adentro, adentro, hasta el fondo, presionar fuerte para sentir de verdad?
¿para qué?) Sumergida estoy en algo
que no sé que me posee como si me des(h)ollaran y me volvieran a llenar, y
cada vez, distinto el contenido: yo significante muerto, yo
sentido pleno, yo viva en un éxtasis irrealizable. Y a la vez, producido
cada vez en mí sola, como si fuera un rebote, como si tanto
sentir pudiera aprehenderse sólo de rebote, al cabo de un tiempo, no en
ese momento, no ahí, siempre más allá, más allá
donde no llego con la mano y tampoco con el pie que en ese intento frustrado se
acalambra
(de repente te veo incorporarte hecho
un alambre y tu apoyo no te sirve y el mío tampoco y no puedo dártelo y
contemplo la escena como desde afuera, pero adentro bien metida, estoy,
y desde afuera te veo levantarte sin poder pisar, t a m b a l e a n d o, y
tanto quisiera poder hacer, tanto quisiera tanto que no sé qué se
puede en estos casos, qué no, y qué se supone que hay que,
es la pregunta en realidad ¿qué hay? ¿debo algo? ¿tengo un rol? ¿cómo usar
máscara con quien artificia mi desenmascaro? Y entonces todo se vuelve una
maraña compleja, embrollo inescrutable, insostenible)
Este juego de pares que se aman y se desaman y en el entramado que
inconscientemente idean, me pierdo, no me ubico, no sé funcionar, no sé ser yo,
con ácida pasión removida la máscara, debajo no hay nada, la carne muerta
también, estupefacta, quebrada en diversas muecas incongruentes que compiten
entre sí y no deciden -no dicen- nada.
"Tengo que elegir" me decís, lo repetís, y reverbera en mí
estocada, es tocada, soy tocada y turbada, sacada de mí de nuevo, puesta
a ver que eso enfrente también me dice, pero no me dice algo, me dice a mí, o
diría "me dice me", díceme él, el lenguaje y su lengua, que conozco
ya, protuberante, díceme, entonces, el oír es una sentencia, el látigo
del tiempo que pasa y cae entusiasta en el martirio nuestro, nuestro
desgarro no dicho, ya dicho pero por lo mismo callado, porque tenemos (o
tenés) esa forma de decir para desdecir, de borrar a medida que pronunciás, de
articular lo imposible para que luego sea un posible sórdido, incierto,
enlodado, un posible-imposible, y desde ahí, salir caminando es como si te
hubieran puesto brea en la planta de los pies, adheridos al suelo que también
tiembla, les duele paralíticamente moverse ("Se me durmió un
pie" pero los dos sabemos que es
una frase venda, curita, emparche de la imposibilidad de salir de acá, de qué
lugar si al menos
supiéramos cuál es
dónde quedó el
mapa si existe
todo parece tan
irreal)
Casi nos InCeNdiamOs, y con nosotros, con ese nosotros que
mostró de nuevo su ilusionado ser que nunca es, casi nos vamos con casa y todo,
y nada nuestro ahí, nada, porque no nos pertenecemos (¿o sí?) porque no nos correspondemos (¿o sí?
¿o es tan obvia la correspondencia que casi un afán literario nos obliga a
complicarlo, a traicionarlo, a probarlo con torniquete para saber su cierta
resistencia?) porque no, no
puede ser lo que no es y sólo juega a ser. ¿No se trata de eso acaso? ¿No te sabe a juego?
¿No te parece, al final, un poco hueco? ¿No te hace ruido? (y sin embargo,
nunca podría fingir semejante latido desbocado, tu pecho contra el mío, el
aliento compartido, la mirada perdida en el cruce, un beso largo sin tocarse,
un beso negro de pupila estrellada, un imperceptible gesto del labio, eso tierno
que se abre en el abrazo fuerte, ese entrarse sin querer, y queriendo nada más
que eso, todo el tiempo, entrarse, todo el tiempo, desde la
palabra hasta la uña y el sudor que apenas surge y ya se confunde)
Ese resabio (reignorante) de extrañeza incómoda que impide al cuerpo ser
cuerpo, suyo propio Alienado se
encuentra, sorprendido, congelado en el desconcierto dulce y ácido.
Podríamos haber muerto y con todo, no me habría importado. La mutilación
podría haber sido infinita y no logro volver al momento (el segundo cuando nos
invadía el olor a quemado y yo soñaba que cocinaban cerca mío) no logro volver
y que me importe.
No logro hacerlo real. Vuelvo y floto. Es de nuevo esa sensación: estoy,
y yo y mi boca se abren en una risa que no puedo parar, y casi de inmediato se
vuelve una piedra intragable que luego es cadena tirante en mi pecho, en mi
panza. Al borde, en el principio, rozando el fuego (casi puedo sentir cómo se
van borrando mis huellas digitales a medida que me expongo más y más, arden
confundidas mis extremidades y yo, en algún lado, abro la boca en una O que no
distingue placer y doler)
Podríamos haber muerto y no sabemos qué hacer con el tiempo que hay
-poco-: corremos contra él, hacia él, lo perseguimos, lo atacamos
todo-el-tiempo (contra el tiempo todo el tiempo). Somos guerreros
"aguerridos", como te gusta decir (sí, ya sé cómo te gusta
decir, conozco tus palabras y tus tonos, y podría pensar que los sabía desde
antes, cuando no te conocía, y sin embargo, no, no podría afirmar que de
verdad te conocía, no, porque ahora te escucho en mi cabeza y repercutís
por todo mi cuerpo ¿no es eso, en realidad, dejarse entrar?)
¿Qué es lo real? ¿elegir? ¿morir? Nos desorientamos ¿Qué hay que hacer?
Entonces me doy cuenta de la cárcel que nos tramamos (¿y si nunca nos amamos?
Este constante ir y venir, de vos a mí, de mí a vos y la cuerdita en el
medio, más o menos tirante, y el probar, juguetear, abusar ¿y si todo este
conjunto de acciones más o menos inconexas no tuvieran nada que ver con el
amor?)
Entonces la locura. Entonces el experimento mutuo. Entonces es tramar,
los colaboracionistas que somos escriben una historia alternativa y pretenden
hacerla pasar por real. Piensan que nada se pierde dado que la Historia sigue
su curso. Ellos garabatean al borde a ver si se abre un poco y los deja entrar.
Se quieren colar, pero tampoco se trata de derribar paredes, de iniciar la
lucha armada poniendo bombas, ni siquiera de quemar todo (eso fue un error). Se
trata de escribirlo, de acumular letras hasta que la bolsa rebalse y el exceso
derramado se vaya acomodando (solo, sí, dejamos actuar al sistema, y éste
tiende a su propia conservación, a la producción del sentido, oh sí, el sistema
nunca se rompe -solo nunca se rompe, se niega todo el tiempo cualquier
fisura, se niega hacia afuera y hacia adentro, inmediatamente las incluye y las
repara, y vuelve a ser perfecto, inmutable- y como si se tratara de una
galletita de la fortuna entonces -finalmente, ¿el Destino? ¿no era que lo
hacíamos Nosotros, los Inquebrantables, los Hacedores? ¿nosotros?- va explotar
-¿o nos animaremos a romperla?-
y va a decir qué tenemos, o qué vamos, a haSer)
Podríamos haber muerto, pero aún antes de eso -pura potencialidad en el
humo insinuada, pase de manos invisibles que juegan a mostrar, a asustar- al
pensar en el fin del amor, cómo se acaba el amor, te lo pregunté, bueno,
no, no te pregunté, fue más bien una afirmación, pero había una pregunta
adentro, el corazón era una pregunta, y dentro mío era un ahogo que paralizaba
mi tronco, y salió algo así como "Qué feo cuando se acaba el amor
¿no?". Pero te digo, te repito, a lo que yo iba era a preguntarme ¿Cómo se
puede acabar el amor? ¿No es acaso infinito? Y si no es "infinito", finito
no puede ser, porque yo lo siento amplio, ancho, todo con a y con o
y con erre arrastrada, rugiente, león que no cierra la boca, que
ronronea en su respiro, que muestra los dientes todo el tiempo -pero
fijáte que dijiste "yo lo siento", yo, que soy ésta que sigue
escribiendo, dijiste "yo" y no es "vos", no el otro, no él,
no el amado, sino "yo", "yo lo siento" es tan en vos que
carece de sentido, no de sentir, carece de lo que se puede cerrar, pero para
vos, en vos, o yo, pero no en otros. Es probable que el
sentir sea imponderable y siendo el amor un sentido, porque lo tiene y cuando
está adentro es definitivamente sentido, entonces, puede ser que sea finito.
Aunque claro, dicho y hecho finito, escrito finito, como estas
palabritas que se van alineando, pero no en el sentir, no el sentir de "yo
lo siento"-... Pará. Un minuto.
¿Se trata de una disculpa?
¿Estás pidiendo perdón?
"yo lo siento"
¿Por qué?
¿Quién se murió? (yo-vos-nos-el-amor) ¿No es lo que se dice cuando alguien se
muere? (¿Qué se dice
cuando algo se muere?)
Entonces vas a hacer que ésta sea tu galletita de la fortuna, ésta tu
oblicua forma de penetrar el sistema, sacarle algo y volverlo a sellar, tan
impermeable, tan liso, tan claro.
"yo lo siento" ¿y cómo sigue? ¿o sigue sin seguir? ¿sigue una
parte y otra no? Porque algo sigue y algo no. ¿Por eso lo sentís? ¿Por eso te
estás disculpando? (aún no queda claro ¿te estás disculpando? ¿qué es lo que
sentís?). Entonces sos de las otras, o de los otros, de los que pensaban, como
él, que te dijo que no pero después siguió armando su sentido con que sí,
con que el amor se acaba, siempre se acaba, se acaba todo el tiempo (¿y
vuelve a empezar?) no hay nada que sea más finito, duro pero finito, y en
definitiva su fineza resistente se rompe, porque las cuerdas, aunque sean de
acero, se pueden cortar, aunque sean umbilicales, se pueden cortar, es cuestión
de tijera y lugar adecuados, es cuestión de saber por dónde... por dónde
cortar, acabar, volver a empezar...
Podríamos haber muerto y no me habría importado. El momento era todo:
una vida. La secuencia condensada, máxima intensidad: una cena compartida, una
caricia, un proyecto, una discusión, una ruptura, una enfermedad, una muerte
lejana, un hijo, una cama, una respiración acompasada, un tocarse inagotable,
un sueño, un viaje, un resucitar el cuerpo huído, apelmazado al otro, un
levantarse sin luz y esperar de nuevo el momento de volver a verte (luz,
cámara, acción) y hasta ahí, otra secuencia, la "real", la que todos
ven, que se presenta fácil, idiota, plástica. Sabor a nada. Remota. Inercial.
Ausencia de estómago. Sangre de pez. Tumba transparente: deja ver el cielo más
celeste, más diáfano, marino, y vos, vos, vos no estás. Yo tampoco.
Podríamos haber muerto. ¿Lo hicimos? ¿Es esta sensación ambigua que me
quema?
(¿morir? ¿sentir? ¿amar?)
"Tengo que elegir", me decís me digo me desdoblo me desdigo me
pregunto me persigo me recurro me despido Pido (time out) Pido
¿Me pedís? ¿Piedra libre?
¿Qué? Una vida posible Una muerte
esperable
Sin el muerto Podríamos haber potencia doble condicional
¿a condición de qué? ¿del
tiempo? ¿del nos? ¿del sí? ¿del son?
Armar la trama del Amor: Cortar la erre sin traumas
habe
El pájaro atrapado. Revolotea. Se hace sentir. Se tiene. Es. Hay.
(cortar los barrotes, no las alas las piernas)
Mi estomágo arde. Mi garganta. Mi cabeza. Mi pecho.
(soltar, perder, encontrar)
ave (hola)
eva (otra)
(la transformación: la sensación revolucionaria encarnada)
(fénix: respuesta fugaz)
(incendio: pregunta insistente)
hay
ay
ya
La Pérdida o La Perdida, km. 2008, Viajera Editorial
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