Encandecer: la carta de amor
Para
vos, a quien no me atrevo a nombrar:
Me gustaría decirte que te
olvidé, lo pasado pisado, y que ahora soy feliz, completa vivo, y también que
soy feliz por vos, por todo lo nuevo
que estás atravesando, decir “Qué bien, qué bueno que compraste una casa y que
te vas a vivir con tu novia, qué bueno que estás pensando en casarte…”
Sí, qué malísimamente extraordinario.
¿Te vas a casar? ¿Desde
cuándo? ¿Por qué? No asumamos lo obvio. Me resulta inconcebible, todo eso de la
madurez y el asentamiento, qué tedio. Pero a mí, a mí, ¿qué me importa? ¡Yo me
casé primero! Sin embargo, no sé qué es toda esta explosión, esta revolución furiosa.
Me exaspera guardarte en mi
cuerpo, como si fueras un objeto precioso, ultra escondido, resguardado en un
cajón disimulado, lejano, al fondo, bien abajo, en el subsuelo, sótano-mar-profundo-inconmensurable.
De repente, ahí está, llave dorada, pendiente, anillo, orégano, chocolate,
letra arrugada, marcada en la memoria, emerge, capa tras capa, se levanta la
ola de sensación extraña, anhelada. Tsunami que arrasa todo lo que tengo, lo
que construí (una cierta vida) y lo que soy (era hasta verte).
Nada: quedo deshecha.
Apenas un resto caliente,
como una brasa encendida que a tu contacto, arde, se enciende intermitente. Te
vi, te escuché hablar, te olí (aún a esa distancia pude olerte y tu esencia me golpeó de revés en la cara), hasta
imaginé mientras te veía, que te abrazaba, sí, imaginé en la luz diurna, en el
medio de la calle ignorante y cruel, que nos abrazábamos, que nos besábamos
como tantas veces antaño, y la película sepia se volvía color y éramos reales,
éramos nosotros, otra vez (no estos
adultos compuestos, estas personas “profesionales”). Porque, ¿cuánto tiempo
pasó? Yo era casi una nena abierta de par en par y vos un adolescente con un
vuelo de perdición importante, con un dramatismo oscuro que me embargaba…
Quizás por eso sea tan intenso, quizás por eso nunca pueda ser tu amiga, nunca
pueda ser feliz por vos. No me sale y me doy cuenta de lo sombrío de mis deseos
posesivos, de mis ansias de tomarte completo, como un animal incapaz de saciar.
Me gustaría prenderte fuego con mi presencia, alterarte hasta la
descoordinación, infundirte un bienestar completo e inexplicable cuando el
corazón golpea violentado en el pecho. Me gustaría que sintieras cosquillas en
las puntas de los pies y que las uñas se te derritieran, que mi roce fuera un
ala de mariposa aterciopelada, gigante y azul, capaz de derretirte la piel, un encandecer
total, un cuerpo celeste hecho rubí líquido, blanco absoluto para volver a
empezar, a nacer.
Quizás querría decir
simplemente “Te amo”, susurrado en el oído, con las vueltas de tu pelo
rozándome la cara y el olor de tu cuello filtrado en mi respirar.
Quizás te diría que me alegra
y me apena al mismo tiempo saberte con futuro, y que querría que tuviéramos una
clave secreta para auxiliarnos en los momentos de desazón.
Quizás hasta podría dejarte
ir si estuviera segura de que cada tanto me dedicás un segundo en el vértigo
cotidiano: que se te apareciera mi nombre y sonrieras, solo, plácido, perfecto
O no.
No podría.
Porque necesito escribir
esta carta y desaparecer por completo cuando la recibas (ojalá pudiera flotar a
tu alrededor y acariciarte de incógnito).
Tranquilo: estoy con vos
adentro, no toleraría verte afuera.
Me quedo de este lado, para
siempre, esperando (sin verdadero deseo) que sea en vías de extinción. Un ejemplar
absurdo que oscurece, hecho cenizas.
Te beso lenta y largamente,
última, sin despegar mis labios, pero respirando en tu boca.
Ya
sabés quién.
Comentarios
que me encanta