el amor lo peor del amor
Sueño 3
Tan Wes Craven sin sangre que horroriza. El amor lo peor del amor yo en tu boca y en la mía tapadas con la sábana fina de verano tirada extendida en el piso para proyectar el calor que dispersamos o una película. Entran. Puerta principal. Sabemos que a salvo porque no más. Ahora se van seguro seguimos sin miedo y la puerta interior se abre
(una cripta destapada)
Abuela y Hermana juntas se sientan en la cama, se hacen lugar. A nuestros pies erguidas con las manos en el regazo y mirada de Abuela y Hermana juntas sentadas en la cama. Se quedan a hablar. En sus ojos no entra lo importante (para mí): piloto automático, nada sabe ni quiere o puede saber. No hay deseo, sólo operación. Están operando, Abuela y Hermana juntas que ni siquiera conozco, cerca de mis pies al aire libre, casi toco esa textura rugosa de mantilla, labrada sobre la piel (¿entonces estábamos muriendo y éste es el funeral?), me aterroriza que en cualquier momento sus dedos bajen hasta los míos, que se produzca el contacto de esa aparición, carne desconocida a un milímetro y llegando
Él se levanta como disimulándose tras de mí, me convierte en piedra su ignorar, apoyada casualmente ahí (un lecho) mientras se va a lo suyo, casual casual se escabulle, hasta creo que saluda buen día y desaparece (¿es ésta mi vida ida? ¿es la pérdida con cuerpo? o solo debo sacar un acento, iluminarme)
Con la sábana apresada y la suelta desnudez que se expande con cada palabra, me cuentan su vida migrante y equivocada, una serie incoherente de apariencias tan forzada que la sábana me pega, se une a mí con amor desmedido, desconocido, camisa de fuerza.
Tan Wes Craven sin sangre que horroriza. El amor lo peor del amor yo en tu boca y en la mía tapadas con la sábana fina de verano tirada extendida en el piso para proyectar el calor que dispersamos o una película. Entran. Puerta principal. Sabemos que a salvo porque no más. Ahora se van seguro seguimos sin miedo y la puerta interior se abre
(una cripta destapada)
Abuela y Hermana juntas se sientan en la cama, se hacen lugar. A nuestros pies erguidas con las manos en el regazo y mirada de Abuela y Hermana juntas sentadas en la cama. Se quedan a hablar. En sus ojos no entra lo importante (para mí): piloto automático, nada sabe ni quiere o puede saber. No hay deseo, sólo operación. Están operando, Abuela y Hermana juntas que ni siquiera conozco, cerca de mis pies al aire libre, casi toco esa textura rugosa de mantilla, labrada sobre la piel (¿entonces estábamos muriendo y éste es el funeral?), me aterroriza que en cualquier momento sus dedos bajen hasta los míos, que se produzca el contacto de esa aparición, carne desconocida a un milímetro y llegando
Él se levanta como disimulándose tras de mí, me convierte en piedra su ignorar, apoyada casualmente ahí (un lecho) mientras se va a lo suyo, casual casual se escabulle, hasta creo que saluda buen día y desaparece (¿es ésta mi vida ida? ¿es la pérdida con cuerpo? o solo debo sacar un acento, iluminarme)
Con la sábana apresada y la suelta desnudez que se expande con cada palabra, me cuentan su vida migrante y equivocada, una serie incoherente de apariencias tan forzada que la sábana me pega, se une a mí con amor desmedido, desconocido, camisa de fuerza.
Diario de la Transformación, km 2003
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